La mayor parte de mi vida me he caracterizado por ser el tipo de persona “que da más” como consecuencia, en parte, de una historia infantil con abandonos que detonaron en inseguridades diversas, y en parte por mi personalidad, podría incluso achacarlo al zodiaco.
Como sea, fue una situación que me llevo a mantener relaciones poco sanas, todo tipo de relaciones, de trabajo, de pareja pero sobretodo de amistad. Si soy honesta esto fue algo que me costó demasiado descubrir, esa categorización de “das de más” o “no pones límites adecuados” la recibí en mi primer periodo de terapia, y fue con respecto a una relación de pareja que se iba por la borda, pero en realidad me di cuenta del amplio espectro de mi problema hasta que mi mamá falleció.
Si soy honesta, fue algo de lo que me costó mucho darme cuenta, se dió a raíz de interrogantes que surgieron después de que mi mamá falleció y me enfrenté por primera vez a la soledad de mi realidad. “Por qué siempre voy yo y ella nunca me visita?” “Por qué yo soy tan flexible en los planes pero ellos no me acompañan a algo que yo quiero hacer?” “Por qué yo siempre escucho pero en este momento que me siento tan mal no soy escuchada?”... Ese tipo de preguntas y sesiones de terapia me hicieron darme cuenta del poco balance que existía en muchas de mis amistades, en las cuales la balanza se sentía la mayor parte del tiempo hacia un solo lado, el mismo lado.
Tengo una amiga que dice que no existe el balance perfecto, y es cierto. Creo que en este mundo y en esta vida es imposible mantener una balanza perfecta todo el tiempo, pero eso no significa que siempre deba estar inclinada hacia el mismo lado, eso es para mi la falta de equilibrio, la falta de empatía, la falta de sanidad en una relación, el desgaste.
Fueron momentos de mucho enojo, un proceso muy doloroso y sobretodo largo. Mi coraje mezclado con el dolor de mi pérdida fue mucho y me alejé de mucha gente que antes consideraba casi mi familia, familia que solo estaba cuando ellos querían y necesitaban, pero no cuando yo los necesité más.
Fue un proceso que me volvió extremista. En el espíritu de no volver a sentirme lastimada por el mismo motivo, me convertí en una persona inflexible, que daba pocas o cero oportunidades, La cagaste? ALV. Y así me alejé de otras tantas personas.
En los últimos tiempos, he entendido que no se nos enseña a lidiar con el dolor, ni el propio ni el de los demás, que somos ignorantes y egoístas cuando se trata de sentimientos “negativos”. Aunque eso no justifica la falta de empatía e interés.
Hoy soy un poco menos inflexible, hoy decido con menos dolor y más consciente de lo que me gustaría tener en mi vida.
Aún así, es evidente qué hay muchas personas que no están dispuestas a ofrecer y dar. Nos hemos convertido en una sociedad que está segura de que lo individual está por encima de lo colectivo, donde todo se dice con ligereza y se demuestra poco, en el que las cosas son desechables, y por ende, las personas y las relaciones también.
Es muy difícil encontrar ya gente que quiera conectar, requiere esfuerzo y no todos están dispuestos o siquiera interesados en hacerlo. Ayer mientras pensaba en todo este proceso y las personas que he ido dejando en él me di cuenta que hoy doy más oportunidad, que quizás por fin estoy llegando a un punto de equilibrio en donde no descarto a la primera, pero tampoco soy incondicional con quien no lo merece. Hoy estoy en el punto de las dos oportunidades, dos veces te busco, dos veces te digo lo que pienso, dos veces te digo que te extraño, dos veces permito que nuestra relación esté en la cuerda floja. Dos porque las relaciones se componen 1:1, y como dicen tres, es multitud.
Esto no implica el cese inmediato de la relación, solo la reubicación de esa persona en otro lugar más adecuado dentro de mi universo, y quizás su eventual desvanecimiento, lo cual ha resultado ser un proceso más amigable y equilibrado.
La vida es muy corta para estar anhelando o buscando el amor y reconocimiento de las personas. Quien quiera estar, que se quede con actos.
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