Es una habitación donde
nunca es completamente de día, la luz siempre oscila entre los tonos del
atardecer cuando el sol empezará ocultarse y la oscuridad total de la
noche.
Tiene una alfombra roja y desgastada, como la de mi infancia, que contribuye a su ambiente nostálgico; es un búnker de recuerdos, cada objeto está relacionado con una persona, con un momento o un lugar, en un intento no muy bueno de mantener vivos los sentimientos que me llenaban en esa esfera de tiempo. Carecen de orden y lo mismo saltan de un momento de ayer que a uno de hace 20 años, no es su objetivo trazar una línea de tiempo, solo estar a la mano para mitigar las ausencias.
Hay una imitación de espada
recargada en la pared, demasiado pesada para ser colgada; tiene una funda de
madera con detalles grabados, un regalo en un cumpleaños importante, el último
compartido y un regalo que solo recuerda indiferencia y falta de tacto, una
muestra viva de desinterés y abandono.
En ocasiones he entrado
decidida a tirarlo todo pero a lo más que llego, si acaso, es a una muy
limitada purga, juguetes, cartas, libros, canciones, todo con sus respectivos
nombres y dueños como una oda a la memoria que me define cada vez menos y que
al mismo tiempo más echa raíz.
0 Comments:
Publicar un comentario